—¡He creado un monstruo! —exclamó el
doctor Frankenstein, ufano. Había jugado a ser Dios y había ganado.
La alegría le duró hasta la mañana siguiente, cuando leyó la crítica:
“Se le ven las costuras.”
La alegría le duró hasta la mañana siguiente, cuando leyó la crítica:
“Se le ven las costuras.”
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