Un día las hormigas, pueblo
progresista, inventan el vegetal artificial. Es una papilla fría y con sabor a
hojalata. Pero al menos las releva de la necesidad de salir fuera de los
hormigueros en procura de vegetales naturales. Así se salvan del fuego, del veneno,
de las nubes insecticidas. Como el número de las hormigas es una cifra que
tiende constantemente a crecer, al cabo de un tiempo hay tantas hormigas bajo
tierra que es preciso ampliar los hormigueros. Las galerías se expanden, se
entrecruzan, terminan por confundirse en un solo Gran Hormiguero bajo la
dirección de una sola Gran Hormiga. Por las dudas, las salidas al exterior son
tapiadas a cal y canto. Se suceden las generaciones. Como nunca han franqueado
los límites del Gran Hormiguero, incurren en el error de lógica de identificarlo
con el Gran Universo. Pero cierta vez una hormiga se extravía por unos
corredores en ruinas, distingue una luz lejana, unos destellos, se aproxima y
descubre una boca de salida cuya clausura se ha desmoronado. Con el corazón
palpitante, la hormiga sale a la superficie de la tierra. Ve una mañana. Ve un
jardín. Ve tallos, hojas, yemas, brotes, pétalos, estambres, rocío. Ve una rosa
amarilla. Todos sus instintos despiertan bruscamente. Se abalanza sobre las
plantas y empieza a talar, a cortar y a comer. Se da un atracón. Después,
relamiéndose, decide volver al Gran Hormiguero con la noticia. Busca a sus
hermanas, trata de explicarles lo que ha visto, grita:
"Arriba...luz...jardín...hojas...verde...flores..." Las demás hormigas
no comprenden una sola palabra de aquel lenguaje delirante, creen que la
hormiga ha enloquecido y la matan.
Impacta la vigencia de este relato. Genial!!!! Celebro que en este blog tengáis varios relatos de quien, a mi criterio, es el mejor escritor argentino. Me pasaré más a menudo por aquí.
ResponderEliminarMarco Denevi es uno de los más grandes, según mi humilde criterio. Este relato es la metáfora perfecta del desprecio que recibe el conocimiento por parte de aquellos que están cómodos en su ignorancia. Como dices, está vigente hoy y siempre, por desgracia.
ResponderEliminarEs bellísimo.