Sandino era un fusil con esperanzas.
Eran
muy diferentes las lecciones,
en
West Point era limpia la enseñanza:
nunca
les enseñaron en la escuela
que
podía morir el que mataba:
los
norteamericanos no aprendieron
que
amamos nuestra pobre tierra amada
y
que defenderemos las banderas
que
con dolor y amor fueron creadas.
Si
no aprendieron esto en Filadelfia
lo
supieron con sangre en Nicaragua:
allí
esperaba el capitán del pueblo:
Augusto
C. Sandino se llamaba.
Y
en este canto quedará su nombre
estupendo
como una llamarada
para
que nos dé luz y nos dé fuego
en
la continuación de sus batallas.
Canción de gesta, 1960.
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