Los excursionistas gozaban del paisaje. Lucía el sol y la temperatura
era templada. Algunos apacibles animales pastaban en el prado. En medio de ellos había un
hombre junto a una maleta abierta y vacía.
—¿Por qué no cierra la maleta? —le preguntó un excursionista, entrometido.
El hombre no le hizo çaso, pero el excursionista volvió a insistir una vez y otra.
Al
final, haciendo un gesto decisivo, aquel hombre la cerró de golpe. Al
mismo tiempo la luz se fue de repente, los excursionistas se quedaron a
oscuras y muy pronto empezaron a notar cómo les faltaba el aire.
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