Salí de la ducha al vapor del cuarto
de baño. Me até el albornoz a la cintura y bajé la cabeza para colocarme la toalla
en el cabello. Al subirla me encontré en el Londres victoriano, a orillas de
Támesis, una noche de rumor de niebla y luna fría.
Las torres de Westminster,
débilmente iluminadas, se recortaban no muy lejos y del río ascendía una espesa
bruma que imprimía a la realidad una leve claridad de ensueño.
Por el sendero, a mis espaldas,
ascendía una sombra corpulenta que la niebla deformaba mientras se acercaba velozmente.
Al segundo había a mi lado una capa renegrida, una mano fuerte y un cuchillo.
Una luna fantasma, abrazada por la bruma, se reflejó en el filo curvo. Cerré
los ojos.
Al abrirlos vi el reflejo de mi
rostro horrorizado en el espejo humedecido de mi baño.
Se debió de encontrar con Jack el desrripador, por suerte, todo era una ensoñación. Lo malo es que aparezca ahora el asesino de Psicosis.
ResponderEliminarBuenas descripciones en un ameno relato. Un saludo.
Gracias, Ángel.
ResponderEliminarCreo que sí, que fue el Destripador. Espero que no se encuentre ahora con el de Psicosis, que todo no fuera más que una desviación espacio-temporal momentánea.
Un saludo.