Menudo susto le he dado a mamá. Ha sido fácil. Cuando he visto que se lavaba los dientes y se preparaba para irse a dormir, me he escondido debajo de su cama. He esperado a que se acostara y en cuanto ha apagado la luz, he gritado: “¡Maaaaaaaamaaaaaaaa!”.
¡Qué risa! ¡Cómo gritaba! Cuando estaba vivo también se lo hacía, pero no se asustaba tanto.
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