jueves, 17 de abril de 2025

Un tipo con suerte. Alfredo Buxán.

A Mercedes, en los caminos de Xálima,

en todos los caminos

 

No pidas otros dones a la vida,

lo tienes todo ahí, al alcance de la mano:

buen apetito, por lo menos un sueño

que permanece inmune a las derrotas,

vino tinto a raudales, miel de caña,

membrillo recién hecho,

un hilo de esperanza que se tensa

y se tensa sin llegar a romperse,

el amor de tus hijos,

Portugal a dos pasos, un silencio de claustro,

una mujer que cura la tristeza

con su risa de oro

y el atisbo

-no digas que no es raro-

cada día más nítido de la felicidad.

 

Por si tanto milagro fuera poco,

entra por tu ventana, cuando tú desayunas,

un pino de cien años,

el canto de los pájaros, su vuelo,

la luna trasnochada del verano

y las estrellas todas cuando llega la hora.

El murmullo tranquilo

de la fuente que mece tu reposo,

el chafaril, el aire, las calles empedradas

por donde corre el agua hacia los huertos.

Te mira y te protege, por encima de todo,

la espalda bellísima de Xálima,

la montaña sagrada, la diosa de las aguas

que cambia de color cuando la besa

el sol

          o la acaricia la lengua de la niebla.

 

Todo ahí

               para llevártelo al alma

a tu capricho cada vez que se te antoje.

No tienes que hacer nada. Abrir los ojos.

Cerrarlos cuando duela.

                                        Qué más quieres.

 

Las palabras perdidas, 2011.
 

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