Aquella tarde, después de visitar al doctor, mamá estuvo llorando y papá me arropó dos horas antes de lo habitual. No comprendí el porqué hasta meses después.
Una semana más tarde llegué a la escuela muy feliz con las gafas nuevas que había escogido con la tía Carmen. Aunque creo que dejaron de funcionar después de un tiempo ¿estarían rotas? Volvimos a la clínica, últimamente íbamos mucho. Los fines de semana mis padres me llevaban a museos, al cine o a excursiones por la montaña. Y me leían ellos los libros antes de dormir, cosa que no entendí, porque meses atrás se habían empeñado en que leyera yo sola. Dos días después fuimos al hospital, y mamá volvió a llorar.
La noche de San Juan, papá me llevo a la azotea para ver los fuegos artificiales, como hacíamos año tras año. Me preguntó si me gustaban y yo contesté que sí. Mentí. Ni siquiera los veía.
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