miércoles, 30 de septiembre de 2015

Lavado. Armando Carrillo. Microrrelato.

Cada noche, cuando me lavo las manos si lo hago con agua tibia (con agua fría nunca sucede), mis dedos escapan uno por uno, y se ponen a nadar en el lavabo y remontan la corriente de la llave, cual pequeños y morenos salmones. Al ver esto me desespero, y trato de atraparlos, siempre con infinitos e infructuosos esfuerzos pues no tengo dedos (todos están nadando) con que retenerlos: después lloro, y al oírlo mi madre entra y jalándome una oreja, me dice: “Oye bien esto, loco, si vuelves a sacar de su estanque los peces de tu tía y los enjabonas y te los quieres poner en los dedos, no te dejaré salir de tu cuarto en un mes”.



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