jueves, 8 de junio de 2017

Cuento de verano. Antonio Toribios.

Yo había visto muchas escenas de película en que el chico besa a la chica aprovechando una tormenta. Están por el campo, estalla el cielo en tromba y corren a buscar donde meterse. Siempre encuentran una gruta o una cabaña abandonada, y la chica cae en sus brazos, aprovechado la laxitud del encontrarse a salvo mientras afuera las furias se enseñorean del mundo. Pero a mí con Paquita no me pasaba. Paseábamos, salíamos de merienda, nos sentábamos a hablar de nuestras ciudades respectivas, pero no caía ni una maldita gota. Yo miraba al cielo y me hacía ilusiones en cuanto unos cúmulos se aborregaban un poco y tomaban cierto tono oscuro. Pero, al poco el aire los deshacía en guedejas que se desparramaban como vilanos por el cielo inmenso. Ese verano no hubo ni una sola tormenta. Ni los más viejos recordaban cosa parecida. Así es que se acercaba septiembre y ya me veía, de regreso a las clases, con la nostalgia de lo no vivido pesándome en el alma. Menos mal que, el último domingo, pusieron en el cine “El hombre tranquilo” y la escena del aguacero nos pilló guarecidos muy al fondo del patio de butacas.

Antonio Toribios. Esta noche te cuento, marzo, 2011.

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