miércoles, 20 de mayo de 2015

El amor es ciego. Ginés S. Cutillas. Microrrelato.

Siempre que saco la basura aprovecho para fumarme un cigarrillo a escondidas de mi mujer y de los niños. No les gusta que lo haga dentro de casa. A través del gran ventanal que da al jardín de la urbanización, amparado en la oscuridad, contemplo la entrañable escena de mi familia mientras prepara la mesa para la cena, lo que me hace disfrutar aún más de las caladas furtivas. Hace un par de meses estaba fuera fumando cuando, sin saber muy bien a qué venía aquello, vi a mi mujer coger el cuchillo de trinchar pavos, y primero a uno de nuestros hijos y más tarde al otro, los enganchó por detrás sin previo aviso y los degolló allí mismo, en la cocina. Cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde para hacer nada, así que me quedé petrificado rodeado de cubos de basura apurando el pitillo y esperando a ver qué hacía después de aquella atrocidad. Como si ya lo tuviera planeado, envolvió a los niños en plásticos y los metió en la parte baja de uno de los armarios. A continuación, limpió rauda la sangre del suelo. Yo, sin saber qué hacer, le di tiempo para que recogiera todo antes de regresar. Ella sirvió la sopa con total naturalidad. Fue la última vez que cenamos con cuatro cubiertos sobre la mesa. Nunca más hemos vuelto a hablar de los niños a pesar de que el infecto olor de la descomposición lo ha llenado todo durante meses. Mi mujer sabe que fumo cuando tiro la basura. Nunca me dice nada.



No hay comentarios:

Publicar un comentario