El
pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años estuvo con los
indios del Chaco paraguayo. Él formaba parte de una misión
evangelizadora. Los misioneros visitaron a un cacique que tenía
prestigio de muy sabio.
El
cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin pestañear la
propaganda religiosa que le leyeron en lengua de los indios. Cuando
la lectura terminó, los misioneros se quedaron esperando.
El
cacique se tomó su tiempo. Después opinó:
-Eso
rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.
Y
sentenció:
-Pero
rasca donde no pica.
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