Justo me dice que no haga caso. Me dice que haga como si no le viera. «Tú, ni caso», me dice Justo. Me insiste en que el precio del piso ha sido una ganga. Y en que el ángel de la anunciación, con sus bucles dorados y sus alas de nieve, se cansará algún día de aparecerse a las doce, junto a la máquina de coser, y llamarme «bendita seas entre las mujeres».
—A ti qué más te da lo que te llame —me dice Justo—. Tú piensa en que este piso tiene un balcón hermoso, Antonia; y en que está bien comunicado.
Eso me dice.
—Bendita tú entre las mujeres —me dice el ángel todos los días.
Y a pesar de sus bucles dorados y sus alas de nieve, yo me pongo roja como una manzana, porque me lo dice con mucha intención.
—Tú ni caso —me insiste Justo.
Y entre Justo y el ángel van a volverme loca.
Ángel de la Anunciación, Carlo Dolci. Museo Louvre, París.
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