Había una vez una mujer muy sabia que se llamaba Nunyala y que vivía entre los Ewe de Ghana. La gente venía a pedirle consejo y ella siempre encontraba la manera de ayudarla. Venían de todos los sitios del país. Su fama se extendió de tal forma que un día llegó a los oídos del jefe de la tribu, que se puso muy celoso. Entonces la mandó llamar, porque vivía en otro pueblo y le dijo, a través de un portavoz:
“He oído que tú eres Nunyala, la mujer sabia.”
“Puede que sí y puede que no”, respondió ella. “Eso es lo que algunos dicen.”
“Si eres muy sabia”, dijo el jefe, “estoy seguro que te puedo pedir que hagas una cosa muy sencilla para mi”.
“Sea sencilla o no”, respondió ella, “lo haré lo mejor que pueda”
“Todo lo que tienes que hacer para probar lo sabia que eres”, le dijo el jefe, “es traerme una vaca”.
Nunyala pensó: “Una vaca. Eso no tiene dificultad ninguna. Mi pueblo está lleno de vacas”.
Pero cuando ya estaba a punto de marcharse, el jefe añadió, “Ahora escúchame con atención. Te he pedido que me traigas una vaca. Bien, pero esa vaca no puede ser negra, y tampoco puede ser blanca. No puede ser canela, ni amarilla. No puede ser moteada, ni tener rayas. ¡En definitiva, lo que quiero decir es que esa vaca no puede tener ningún color! Tienes tres días para traerme la vaca que no tiene color. ¡En caso contrario serás ejecutada!”
Nunyala regresó a su casa abrumada, se sentó y pensó durante tres días y tres noches y cuando estaba a punto de finalizar el plazo, mandó a un niño desde su pueblo al que vivía el jefe con un mensaje. El jefe se sentó en su taburete y esperó que el niño le dijera lo que tenía que decirle. Estas fueron sus palabras: “¡Oh, jefe! Nunyala, la mujer sabia de nuestro pueblo, me envía para que te repita estas palabras. Este es su mensaje. Ella ha dicho, “Tengo tu vaca de ningún color. La tengo en mi casa. Puedes venir y llevártela”.
“Pero no vengas por la mañana. No vengas por la noche. No vengas al alba. No vengas en el crepúsculo. No vengas en mitad de la noche. No se te ocurra venir en ningún momento. Puedes coger tu vaca descolorida, exactamente, en ningún momento”.
Cuando terminó de decir esto, el muchacho dio media vuelta y se marchó. El jefe se quedó mudo sentado en su butaca pensando en las palabras de Nunyala, la mujer sabia de los Ewe.
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