En la calle 16711 West Dixie Highway de North Miami Beach, en La Florida (Estados Unidos) ustedes pueden visitar el monaterio cistercense de Santa María Real, construido entre 1133-1141 en el pueblo segoviano de Sacramenta, y que yo tuve el honor de reconstruir en 1952. En 1925, William Randolph Hearst lo compró por un millón y medio de dólares. Para trasladar la obra desde España desmontaron el templo piedra por piedra. Embalaron las piezas con paja en once mil cajones numerados, pero al llegar a Norteamérica, el Departamento de Agricultura, temiendo que la paja pudiera estar contaminada con la fiebre aftosa que afectó a Segovia, puso el envío en cuarentena, abrió los cajones y quemó la paja, con lo que se perdió la numeración de las piedras, algo que hacía muy difícil la reconstrucción del edificio, de modo que el monasterio permaneció en un dobega de Brooklyn durante 26 años. En 1952, dos empresarios compraron las piedras para levantar el claustro en La Florida, y me contrataron como experto en obras medievales para realizar tal tarea. Tardé diecinueve meses en armar el rompecabezas. Encajaron todas las piezas, pero sobraba un cajón liviano bien clavado con puntas que nadie se había atrevido a abrir. En el exterior aún se podía leer a duras penas la palabra ghost, que los hombres de Hearst escribieron con tiza en 1925. Cuando lo abrí, tan sólo vi paja en su interior. No sé si me afectó un brote de aftosa, pero a los pocos segundos, un hálito frío me tiró al suelo y una bruma marrón salió por la puerta. Desde entonces, los turistas que visitan el claustro de Santa María Real aseguran que escuchan murmullos extraños, como un viejo rezando en misa.
Petricor, 2018.
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