sábado, 7 de agosto de 2021

La máquina de matar. José Emilio Pacheco.

La araña coloniza lo que abandonas. Alza su tienda o su palacio en tus ruinas. Lo que llamas polvo y tinieblas, para la araña es un jardín radiante. Gastándose, erige con la materia de su ser reinos que nada pueden contra la mano.
Como los vegetales, crecen sus tejidos nocturnos: morada, ciudadela, campo de ejecuciones. Cuando te abres paso entre lo que cediste a las arañas, encuentras el fruto de su acecho: el cuerpo de un insecto, su cáscara suspendida en la red como una joya. La araña le sorbió la existencia y tal vez ofrece el despojo para atemorizar a sus vasallos. También los señores de horca y cuchillo exhibían en la plaza los restos del insumiso. Y los nuevos verdugos propagan al amanecer, en las calles o en las aguas envenenadas de un río, el cadáver deshecho de los torturados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario