sábado, 11 de mayo de 2024

Orfeo y Eurídice. Enrique Anderson Imbert.

Orfeo recordó lo que los reyes de la Muerte le habían prevenido: «Podrás llevarte, resucitada, a Eurídice; vete, y Eurídice te seguirá: pero cuando salgas de este subterráneo de sombras no debes mirar hacia atrás; si lo haces, perderás para siempre a Eurídice».
Entonces Orfeo, comprendiendo que de nada le serviría porque él, por naturaleza, no estaba hecho para amar a ninguna mujer, tomó la delantera y por encima del hombro miró a Eurídice.
Desde el fondo del infierno oyó, como en un lejano eco, la voz de las dos veces muerta Eurídice. Y ese «adiós» sonó con todo el desprecio de una mujer muy mujer a un hombre poco hombre.

El gato de Cheshire, 1965.

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