lunes, 22 de enero de 2018

Cerco a la bella durmiente. Ángel Olgoso.

El príncipe se inclina sobre el lecho adornado con flores y besa a la Bella Durmiente, pero la princesa no se despierta. Es posible que a) tenga el sueño muy, muy pesado; b) no sea la auténtica Bella Durmiente; c) él sea un impostor de mirada tierna en horas bajas, incapaz ya de despertar a una doncella tras otra; d) advertida por sus lecturas de cuentos populares, la Bella Durmiente se niegue a entregarse al primer príncipe que la roce con los labios; e) el huso que pinchó su dedo estuviese emponzoñado a conciencia; f) el príncipe no haya besado a la princesa en el punto propicio acordado por la tradición; g) la Bella Durmiente, dada su aristocrática condición, considere procaz e indigna la actitud del príncipe al no haber sido debidamente presentados; h) simule estar dormida al entrever el horrible aspecto del príncipe; i) la princesa, de naturaleza escasamente virtuosa, necesite algo más que un simple y casto beso para ser despertada; j) el hada benévola intente así evitarles la crueldad de vivir juntos hasta la muerte, y k) cuando el príncipe acertó a pasar cerca del palacio encantado y atravesó el espinoso seto de escaramujos, no habían transcurrido aún los cien años prescritos ni llegado, por tanto, el día en que la Bella Durmiente tenía que despertar, lo que obligará al torpe príncipe a esperar aquí dos, quince, treinta y ocho años más.

 

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