Las cincuenta ruedas del mercancías lo han dejado convertido en un amasijo de vidrio y metal de forma circular, en cuyo interior aún se distinguen las saetas detenidas a las seis y once.
Ambos se lo quedan contemplando con expresión aburrida, antes de retirarlo con unas tenacillas y meterlo en una bolsa de plástico. Desde hace varios meses, algunas tardes a la salida del colegio se acercan hasta la antigua estación y depositan los objetos sobre los raíles. Al viejo reloj del bisabuelo lo han precedido varias monedas doradas que su padre tiene repetidas, así como una docena de cubiertos de plata que nunca han visto puestos sobre la mesa. De regreso a casa, tras un denso silencio el mayor sugiere: "¿Y si probamos con algo vivo?". Al pequeño se le ilumina la cara.
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