Perdone, señorita, pero en nuestra habitación no hay armario. Ya, lo tuvimos que quitar, se comía las camisas, los zapatos, y ante tantas reclamaciones de clientes, tomamos medidas drásticas. Pero ¿dónde colgamos la ropa? Pues en el perchero, en el respaldo de la silla, no sé, ustedes ya se apañan. ¿Y no podría darnos otra habitación? Lo siento, ya no nos quedan libres. Entonces, querríamos poner una reclamación. Por supuesto, faltaría más. Y también abandonar el hotel. Me parece que no va a poder ser. ¿Disculpe? La recepcionista baja la voz, mira temerosa a un lado y a otro, y susurra <<es que estamos precisamente dentro del ropero>>. Y comienzan a llover corbatas del techo.
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