El niño se lleva la mano al pecho. Quiere asegurarse de que su corazón está latiendo. Lleva tanto tiempo sin moverse. El fotógrafo hace un gesto y pide paciencia. Quieto, musita el padre. Y la madre suspira, mi niña. Pasan cinco, diez minutos. El teatrillo incluye a papá, mamá, el niño y su hermanita, sentados a la mesa para cenar. Nadie hace el gesto de llevarse el tenedor a la boca. Ninguno sonríe. Y la niña mira a la cámara con los ojos muy abiertos, como si estuviera viva.
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