domingo, 6 de mayo de 2018

Cuando caen los muros que nos separan. Alberto Sánchez Argüello.

Yo estaba leyendo el diario cuando escuchamos un fuerte estruendo. Salimos al patio y vimos que todos los vecinos también estaban alarmados. No tardamos en descubrir que uno de los muros del residencial había cedido después de varias semanas de intensas lluvias.
Al acercarnos al derrumbe nos dimos cuenta que unas casitas humildes habían sido aplastadas. Alguien llamó a emergencias y tratamos entre varios de mover los grandes trozos de cemento.
"Temblor" gritó alguien y los vecinos salieron corriendo en todas direcciones. Sólo yo me quedé para ver salir a varias familias desde debajo de los escombros. Sus cuerpos cubiertos de lodo, caminando con dificultad por sus piernas rotas y espaldas resquebrajadas.
Recogieron despacio sus pocas pertenencias y recuperaron los restos de plástico negro y zinc que pudieron para irse a reconstruir sus hogares en otro lugar
Yo traté de ofrecerles nuestra casa al menos por esa noche, pero mi mujer me dijo que ya estaban muertos y que no podíamos hacer nada por ellos.
Ahora tienen sus casitas cerca de otro de nuestros muros. Cuando hay viento se cuela un hedor a descomposición por las ventanas, pero nosotros usamos más ambientador y no pasa nada.

 

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