jueves, 24 de mayo de 2018

Los puercoespines. Arthur Schopenhauer.

Un día crudísimo de invierno, en el que el viento silbaba cortante, unos puercoespines se apiñaban, en su madriguera, lo más estrechamente que podían.
Pero resultaba que, al estrecharse, se clavaban mutuamente sus agudas púas.
Entonces volvían a separarse; pero el frío penetrante los obligaba, de nuevo, a apretujarse.
Volvían a pincharse con sus púas, y volvían a separarse.
Y así una y otra vez, separándose, y acercándose, y volviéndose a separar, estuvieron hasta que, por fin, encontraron una distancia que les permitía soportar el frío del invierno, sin llegar a estar tan cerca unos de otros como para molestarse con sus púas, ni tan separados como para helarse de frío.
A esa distancia justa la llamaron urbanidad y buenos modales.

 

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