lunes, 21 de mayo de 2018

La bici del Ignacio. Miguelángel Flores.

Si tú piensas mucho en una cosa, al final pasa. Yo imaginaba una bici como la del Ignacio de la calle nueva. Lo pensaba millones de veces al día. O más. Al levantarme, antes de comer, durante los anuncios de la tele. Y me dormía también con la bicicleta en el cerebro. Él me prestaba la suya algunas tardes, pero sin salirme de su calle. Lo hizo hasta que se fue al cielo y se la dejó.
Me lo contaron cuando su madre vino a casa. El Ignacio se había caído de la azotea, queriendo alcanzar un panal. Pero al cielo no llegó del rebote, como yo vi clarísimo; mamá me lo aclaró de una bofetada, allí delante. De los nervios. Traía la bicicleta para regalármela. Y a mí me pasó algo muy raro, me alegré con pena. Lloré y me preguntaron si no estaba contento, y respondí que sí. Pero si me hubieran preguntado si estaba triste, les habría dicho lo mismo. No sé si me explico. Ahora tengo bici, pero casi no la uso. Y es que si tú deseas algo mucho, mucho, cuando lo tienes ya no lo quieres igual, igual. Y al revés pasa lo mismo.

 Esta noche te cuento, julio, 2015.

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