1
Eras jardín de
naranjas.
Huerta de mares
abiertos.
Tiemblo de olivas y
pámpanos,
los verdes cuernos.
Con pólvora te
regaron.
Y fuiste toro de
fuego.
2
Le están dando a
este toro
pastos amargos,
yerbas con sustancia
de muertos,
negras hieles
y clara sangre
ingenua de soldado.
¡Ay, qué mala
comida para este toro verde,
acostumbrado a las
libres dehesas y a los ríos,
para este toro a
quien la mar y el cielo
eran aún pequeños
como establo!
3
Habría que llorar.
Sólo ortigas y
cardos,
y un triste barro
frío,
ya siempre, en los
zapatos.
Cuando murió el
soldado,
lejos, escaló el
mar una ventana
y se puso a llorar
junto a un retrato.
Habría que
contarlo.
4
… y le daré, si
vuelve, una toronja
y una jarra de barro
vidriado,
de esas que se
parecen a sus pechos
cuando saltan de un
árbol a otro árbol.
Pero en vez del
soldado
sólo llegó una voz
despavorida
que encaneció el
recuerdo de los álamos.
5
¡Ay, a este verde
toro
le están
achicharrando, ay, la sangre!
Todos me lo han
cogido de los cuernos
y que quieras que no
me lo han volcado
por tierra,
pateándolo,
extendiéndolo a
golpes de metales candentes,
sobre la mar
hirviendo.
Verde toro
inflamado, ¡ay!
que llenas de
lamentos e iluminas, helándola,
esta desventurada
noche
donde se mueven
sombras ya verdaderamente sombras,
o ya desencajadas
sombras vivas
que las han de tapar
también las piedras.
¡Ay, verde toro,
ay,
que eras toro de
trigo,
toro de lluvia y
sol, de cierzo y nieve,
triste hoguera
atizada hoy en medio del mar,
del mar, del mar
ardiendo!
Poemas del destierro y del olvido. 1976.
No hay comentarios:
Publicar un comentario