Yo meditaba absorto, devanando
los hilos del hastío y la
tristeza,
cuando llegó a mi oído,
por la ventana de mi
estancia, abierta
a una caliente noche de verano,
el
plañir de una copla soñolienta,
quebrada por los trémolos
sombríos
de las músicas magas de mi tierra.
... Y
era el Amor, como una roja llama...
-Nerviosa mano en la
vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro
que se
trocaba en surtidor de estrellas-.
... Y era la Muerte,
al hombro la cuchilla,
el paso largo, torva y esquelética.
-Tal cuando yo era niño la soñaba-.
Y en la
guitarra, resonante y trémula,
la brusca mano, al golpear,
fingía
el reposar de un ataúd en tierra.
Y era un
plañido solitario el soplo
que el polvo barre y la ceniza
avienta.
Soledades, galerías y otros poemas. 1899 - 1907.
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