La doncella Aracné abrió una Escuela de Tejido y Bordado. Entre millones de alumnas sólo una no pudo graduarse. La creían holgazana e irresponsable, incapaz de hacer la tarea completa. Sus compañeras se burlaban de ella y, como no le dirigían la palabra, nadie le preguntó por qué deshacía el tejido todas las noches.
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