En la vida hay miradas y miradas, hay
miradas que te dejan indiferente y miradas que te ponen los pelos de
punta, pero yo estas últimas no las conocía hasta hace unos
segundos, cuando la niña de delante me ha mirado con unos ojos como
los de las mujeres desnudas que salen en un vídeo de mi padre que
encontré un día en un cajón de su despacho, unos ojos que con sólo
mirarte te dejan como derretido por dentro, como cuando en verano
hace mucho sol y te comes un helado, pero eres más lento que el
calor y se te va derritiendo y escurriendo entre las manos, y por más
que chupes te acaba siempre poniendo pringado, hasta que viene tu
madre y te da una torta descomunal por haberte manchado la camisa, y
te empieza a gritar y a decirte que qué ha hecho ella para merecer
esto, que si eres peor que un hijo tonto y cosas por el estilo, el
caso es que cuando la niña de delante me ha mirado con aquellos ojos
dulces de helado de chocolate caliente he sentido como un cosquilleo
en todo el cuerpo, me he puesto a sudar y juraría que la pirula se
me ha hecho más grande, porque he notado como un bulto enorme que me
crecía en los calzoncillos y al tocármelo yo diría que era la
pirula, aunque parezca mentira y penséis que me lo invento y que he
leído muchos cómics de superhéroes fantásticos, pero entonces me
he acordado de aquellos hombres que salían en el vídeo de mi padre,
que tenían unos pirulos tan grandes que yo pensé que debían ser
efectos especiales de esos que hacen en las películas, y entonces me
he tranquilizados, porque los hombres debemos ser como las plantas,
que como dice mi madre si les das cariño, crecen, y me he puesto a
escribir esta redacción para que no se dieran cuenta de mi bulto y
porque además me he puesto rojo y así puedo disimular mejor.
He
tenido que poner un punto y aparte en esta redacción porque la niña
de delante me ha tirado un papelito doblado en el que había escrito
me gustas y después de leerlo he tenido que responderle con otro
papelito doblado en el que decía tú también y ahora estoy
esperando a que me vuelva a enviar otro papelito, pero ella no hace
más que girarse y sonreírme, girarse y guiñarme el ojo, girarse y
sacarme la lengua, girarse y mover el pelo, girarse y mandarme besos,
y yo que cada vez noto el bulto más grande en el pantalón y me da
la sensación de que voy a estallar de un momento a otro o que me voy
a mear encima, y justo ahora que veo que ella está escribiendo por
fin otro papelito entra la señorita, que ha vuelto del lavabo con
los ojos muy rojos, y me dice que por favor me levante y vaya a
pedirle disculpas, pero yo no puedo levantarme si no quiero que todo
el mundo vea el bulto que tengo entre las piernas y se rían de mí,
y la niña de delante se ponga colorada y piense que soy un monstruo
y deje de quererme y no me vuelva a escribir más papelitos doblados,
así que hago como si no hubiera escuchado a la señorita y sigo
escribiendo, cada vez más rápido, más rápido, para que vean que
estoy ocupado y me dejen en paz, pero la señorita empieza a gritar
mi nombre, cada vez más fuerte, noto que se está acercando, se pone
a mi lado, está leyendo lo que he escrito, estoy perdido.
Fricciones, 2011.
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