En la mitad del barranco
las
navajas de Albacete,
bellas
de sangre contraria,
relucen
como los peces.
Una
dura luz de naipe
recorta
en el agrio verde,
caballos
enfurecidos
y
perfiles de jinetes.
En
la copa de un olivo
lloran
dos viejas mujeres.
El
toro de la reyerta
se
sube por las paredes.
Ángeles
negros traían
pañuelos
y agua de nieve.
Ángeles
con grandes alas
de
navajas de Albacete.
Juan
Antonio el de Montilla
rueda
muerto la pendiente,
su
cuerpo lleno de lirios
y
una granada en las sienes.
Ahora
monta cruz de fuego,
carretera
de la muerte.
*
El
juez, con guardia civil,
por
los olivares viene.
Sangre
resbalada gime
muda
canción de serpiente.
Señores
guardias civiles:
aquí
pasó lo de siempre.
Han
muerto cuatro romanos
y
cinco cartagineses.
*
La
tarde loca de higueras
y
de rumores calientes
cae
desmayada en los muslos
heridos
de los jinetes.
Y
ángeles negros volaban
por
el aire del poniente.
Ángeles
de largas trenzas
y
corazones de aceite.
Romancero gitano. 1928.
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