¿Es del todo inocente la
soga que rompe, con tajante
restallido,
el cuello de los condenados?
Isar
Hasim Otazo
Algo
en la naturaleza dúctil y alargada profiere una especie de voluntad
maligna. Por eso los espaguetis se ensañan unos con otros en el
plato y las cuerdas se enmarañan solas en sus rincones, como si
quisieran estrangularse en sus propios nudos.
Más
complejo es el caso de los cables. Su cubierta aislante los hace
poderosos y cada vez que diferentes tipos deben compartir el mismo
espacio se arma una silenciosa y tenaz batalla: el cable de
electricidad, cuando siente la cercanía de un cable de red, lo ataca
sin piedad, mientras que su contrincante trata de defenderse con la
misma táctica ofidia de enredarse alrededor de su enemigo hasta
sofocarlo.
Este
conflicto, como todos, cobra víctimas inocentes: los cables del
teclado y el ratón. Por ser más delgados, tratan de no tomar parte
en la contienda, pero no lo pueden evitar y terminan embobinados
alrededor de todos.
El
resultado, por supuesto, es un embrollo atroz que los técnicos
encuentran cada vez que deben meterse bajo una mesa para arreglar una
computadora. Se los oye maldecir entre dientes, porque los cables no
toleran que los desenreden y resisten con todas sus fuerzas.
miércoles, 13 de diciembre de 2023
Gajes del oficio. Henry Fisher.
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