A Toby le gusta ver pasar a la
muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la
cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la
fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha por las baldosas
del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la
siesta; ni siquiera gusta que la gente ande levantada a esa hora, y
la única excepción es la muchacha rubia.
Para
Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra
vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente
feliz, la muchacha ha pasado por el patio, él la ha visto un
instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra de las
baldosas.
Tal
vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude
un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en
el tarro y sigue aplicando la cola a la madera terciada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario