Los dinosaurios, que dominaron la Tierra
en el Pleistoceno, son hoy humildes pajarillos: ved-
los ahí: esos saltitos del gorrión, del jilguero,
los delatan, su plumaje, su canto
hecho de chispitas de sonido y del luz. La adaptación
al medio ha trocado su forma radical-
mente. ¿Se reconocerían hoy
aves y lagartos? Fueron siglos, milenios,
de soñarse más ligeros, más gráciles,
más libres
de sí, de su poder, de su masa,
de su terrenalidad. Y al fin lo consiguieron.
Aquella aspiración
insensata se alcanzó generaciones y generaciones
después, de tal manera
que ninguno de los miembros de la especie fue consciente
del cambio, de la transformación
(de la metamorfosis), y al cabo de que aquello
que pasó (que fue pasando de manera lentísima)
constituía el logro, la conquista,
la coronación del afán de sus antepasados.
Nosotros fuimos peces una vez,
fuimos
olas que echaron a andar y no volvieron,
ángeles
que pusieron pie a tierra,
hombres
que se soñaron inmortales, Dioses que quisieron morir...
In memoriam, 2014.
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