Desde que encontré a mi hermana en aquel pozo, me encuentro con sus ojos abiertos en el espejo. Claro que estoy triste y sigo llorando hasta quedarme dormida. Pero no es eso. Mi gemela me mira, parpadea a destiempo, me sonríe, finge que se lava los dientes cuando lo hago yo. Lo mejor de todo es que no me siento tan sola como cabría esperar. Meriendo junto a su reflejo en la luna del vestidor y charlamos como siempre. Lo peor es que mamá sigue llamándome por su nombre.
No acabo de entenderlo muy bien, pero me ha gustado :)
ResponderEliminarNo acabo de entenderlo muy bien, pero me ha gustado :)
ResponderEliminarEste es otro ejemplo (como alguno de los que hemos visto en clase) de cuento en el que la autora rompe la línea que separa realidad y fantasía, además lo hace de una manera muy elegante.
ResponderEliminarMe alegro de que te gustara.
Un saludo.