El hombre y la mujer se casaron como Dios manda. Tuvieron tres hijos varones. Todos los días la mujer cocinaba y servía la comida mientras ellos hablaban y jugaban. Ella sonreía pero nadie la miraba, les hablaba pero nadie la escuchaba. Al tiempo la mujer se fue haciendo transparente. Un día se volvió totalmente invisible, pero ellos no lo notaron. La mujer siguió sirviéndoles igual, cuidando de que no se estrellaran contra ella cuando llevaba las vajillas.
Imagen: Poniendo la mesa, óleo sobre papel de Fídolo Alfonso González Camargo.
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