miércoles, 20 de abril de 2016

Barrio Sésamo. Arantza Portabales.

Mi favorito era el conde Drácula. Ese que siempre estaba contando hasta diez. Yo me dibujaba unos colmillos y me metía contigo. Te pellizcaba el brazo y contaba: “Un pequeño pellizco”. “Dos pequeños y maravillosos pellizcos…” Y seguía contando, hasta hacerte llorar. Generalmente, antes de llegar a ocho. A ti te gustaba el monstruo Triki. Tanto, que un día te pintaste la cara de azul con una cera Milán y te llenaste la boca de galletas. De las redondas. Te recuerdo gritando GA-LLE-TAAAAAAAAAAAAAAAS, y me entran ganas de reír. Pero no puedo. Mamá no lo entendería. Ni tu mujer. 
Está guapa. Incluso ahora. Qué cabrón. Sabías que me gustaba. Y aún así, no te cortaste. Fuiste a por ella. Y te la llevaste. No te preocupes. Eso no importa ahora. Ya no. Por cierto, Espinete era un erizo, pero nunca descubrimos qué era Don Pimpón. Siempre lo preguntabas ¿No lo ves? Solo pienso en chorradas. Me da la risa de nuevo. Tu mujer me mira, enfadada. 
Enfadado estoy yo, hermanito. Porque no respondes. Porque ya no somos niños. Ni lo seremos más. Me acerco al féretro y pienso cuánto me gustaría darte un pellizco. Un pequeño y maravilloso pellizco.



No hay comentarios:

Publicar un comentario