La repasa minuciosamente, él no la ha escogido pero está, allí, solitaria y desnuda, tan cerca que podría tocarla. Ella parece no verle, se levanta, coge una toalla y se dirige al lecho. Él la sigue, luego arranca sus ojos del desnudo, recorre el cuarto y se detiene de espaldas a la ventana por donde se filtra la luz amarilla de un farol.
La mujer a bordo del lecho se vuelve hacia la mesita de noche y enciende la radio, la música irrumpe con la cadencia de un blues, mientras la puerta se abre y un hombre joven entra y se tiende junto a ella. El hombre de la ventana recrimina su actitud, siempre ha respetado la intimidad de los demás pero pese a su resistencia es incapaz de retirar la mirada de la escena amorosa, se ha excitado a tal grado que su respiración lo delata.
—¿Hay alguien más aquí? —pregunta el joven incorporándose rápidamente del lecho.
El hombre se avergüenza y cierra el libro.
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