Con el tiempo, Miguel regresó a casa. Yo no estuve para recibirlo, me encontraba en Portugal, en donde dormito estas palabras.
No sé que será ahora de Miguel, manco de una mano, sin dineros, con los padres nuestros tan viejos, mis hermanas realengas y yo sin poder ayudar. Son pocos sus talentos además de las armas y una imaginación que lo hacía concebir personajes extraños mientras estábamos entre los infieles y nos cautivaba.
¿Qué será de él, de mi hermano? Yo esta noche salgo a batalla, no a Lepanto en donde quizás debió mejor morir Miguel y sellar su inmortalidad, sino a cualquiera en mis faenas de soldado.
Ojalá puedas hacer algo con esos personajes en la cabeza hermano, ojalá saques algún provecho en esta tierra ingrata que es el Reino de España.
Yo, del otro lado, tomo tu destino y recibo un arcabuzazo en tu nombre, ese que debía hacer hondura en ti en Lepanto y enterrarte en la tierra, en donde te espero ahora y hasta siempre.
Suerte hermano.
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