—Odio este caótico siglo XX en que nos toca vivir — exclamó Raimundo—. Ahora mismo mando todo al diablo y me voy al católico siglo XIII.
—¡Ah, es que no me quieres! —se quejó Jacinta—. ¿Y yo, y yo qué hago? ¿Me vas a dejar aquí, sola?
Raimundo reflexionó un momento, y después contestó:
—Sí, es cierto. No puedo dejarte. Bueno, no llores más. ¡Uff! Basta. Me quedo. ¿No te digo que me quedo, sonsa?
Y se quedó.
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