Nos
llaman los malditos sin ninguna razón. Por las noches, a la misma
hora, todos salimos a visitar nuestros antiguos hogares. Nos sentimos
desilusionados, nuestras moradas están totalmente abandonadas.
Nadie
se ocupa de nosotros y ni siquiera piensan que somos parte de su
pasado. Cada uno regresa a su antigua residencia y la recorre en
busca de un poco de amor. Nos presienten y se asustan. Nosotros no
queremos atemorizarlos, queremos su compañía y su amor.
A
veces, cuando nos reunimos al regresar, nos preguntamos si realmente
existió algún afecto. Pero nadie encuentra respuesta. Recorremos
durante la noche todo aquello que nos hizo feliz, nuestros lugares
favoritos y aquello que la vida nos dio y que perdimos.
No
entendemos tanta desidia, hicimos todo lo que pudimos y dimos todo lo
que estaba a nuestro alcance. Pero por lo visto no alcanzó, no fue
suficiente para ellos.
¿Nosotros
somos los malditos porque queremos estar con ellos? No tenemos la
culpa de estar en el lugar que estamos, ni tampoco de que nos intuyan
y sientan un temor inexplicable.
Volvemos
a nuestro lugar antes del amanecer, muy tristes. Nunca nadie trae una
buena noticia, solamente compartimos los comentarios que escuchamos
maldiciendo nuestra presencia.
Somos
almas abandonadas, que deambulan en la noche, pero como dije antes no
somos nosotros los malditos. Nos dejaron tirados en una fosa y se
olvidaron. Nosotros los fantasmas pedimos un poco de cariño y que
alguna vez alguien nos lleve una flor silvestre para poder descansar
en paz, pensando que algún ser nos tuvo afección.
Internacional Microcuentista, 2011.
Muchas gracias por compartir mi cuento. Un abrazo desde Buenos Aires.
ResponderEliminarGracias a ti. El micro es magnífico.
ResponderEliminarSaludos desde Madrid.
Eva