Es sabido que los habitantes
de Babel, una vez confundidas sus lenguas, se dividieron en grupos
que partieron en direcciones diferentes para repoblar la Tierra. La
Biblia no dice si había grupos, valga la contradicción, de una sola
persona. Pero nosotros queremos imaginar que en aquel reparto
lingüístico hubo lenguas que sólo hablaba un individuo: los
solitarios del mundo, los malditos, los incomprendidos. Hombres o
mujeres que hablaban sin que nadie los entendiera y sin que ellos
entendiera a los demás. Aquellas almas partieron solas y fundaron
países de un solo hombre o de una sola mujer con su constitución y
sus semáforos y su ganadería y su gramática y su gastronomía y su
medicina natural y su urbanismo.
Una
lengua de este tipo, dado que las palabras sirven para comunicarse,
puede parecer un peine sin púas. Pero se trata de algo más
dramático (o quizá más hermoso). Si dispones de una lengua, por
rara que sea, ¿cómo evitar utilizarla? Hablas contigo mismo, con el
armario de tres cuerpos, con la mesa camilla, con la nevera, con el
polvo, con las sábanas… Pero hablas. Hasta es posible que te dé
por escribir. ¿Se imaginan a alguien escribiendo una obra maestra
que nadie, excepto su creador, podrá leer? El caso es que hay en la
actualidad un número notable de lenguas habladas por un solo
individuo y otras tantas en trance de extinción. Todos los días
desaparece algún idioma como desaparece una especie animal o
vegetal. Estamos en pleno proceso de implosión.
Las
lenguas de un solo individuo se están convirtiendo en una especie de
atracción turística. Los estudiosos de todas las universidades del
mundo acuden a visitar a estas personas, por lo general ancianas, y
les piden que hablen. Hay una fascinación difícil de entender en
esa escucha, como en los idiomas particulares creados por algunos
hermanos gemelos. La división de lenguas, tal como aparece en la
Biblia, parece una maldición, pero fue un milagro. Gracias a ella
somos conscientes del valor del idioma. Si todos habláramos el
mismo, la lengua habría devenido en algo biológico, a la altura del
hígado. Pero el hígado sería interesante si lo poseyera un solo
hombre.
Articuentos escogidos, 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario