viernes, 31 de julio de 2020

1492. Sin Colón, ni gazpacho ni cigarrito. Nieves Concostrina.

Hay vicios cuyo origen tienen día, mes y año. El 6 de noviembre de 1492 Cristóbal Colón anotó en su diario la primera referencia al tabaco de la que tenemos noticias. Pero el almirante no fumaba. Fue uno de sus marineros, Rodrigo de Jerez, que como su propio nombre indica era de Ayamonte (Huelva), quien pasó a la historia por ser el primer europeo que fumó, que le gustó, que se enganchó y que tuvo que pasar el síndrome de abstinencia en la cárcel.
A Cristóbal Colón se le pueden echar en cara muchas cosas, y una de ellas, y visto lo visto con la distancia de cinco siglos, es haber traído el tabaco de América. Sin Colón no habría sido posible el gazpacho, ni la tortilla de patatas, pero lo malo es que con los tomates y las papas también vino el tabaco. Aquel 6 de noviembre Colón escribió que mucha gente, hombres y mujeres, iban con un tizón en las manos; un tizón relleno de hierbas que chupeteaban con fruición y que luego les hacía expulsar humo por la boca. Y eso lo apuntó en su diario porque así se lo explicaron dos de los hombres a los que envió a darse un garbeo.
El tabaco lo descubrieron en Cuba, cómo no. Hacía apenas un mes que Colón y sus chicos habían llegado al Caribe y andaban de isla en isla bicheando, oliendo a ver si daban con las especias que buscaban, pimienta y canela sobre todo. Cuando recalaron en Cuba, Colón hizo lo habitual: enviar a dos de sus hombres de avanzadilla a que se dieran una vuelta por la isla y luego le contaran qué se cocía y de qué iban los indios. Aquellos dos comisionados fueron Luis de Torres y Rodrigo de Jerez, que allá donde paraban, entre fiestas y agasajos, les ofrecían un tizón para que lo chuparan.
Cuando volvieron al campamento base ya iban fumando como carreteros, y a Colón le explicaron cómo era ese tizón más o menos con estas palabras: «Unas hierbas secas, metidas en una cierta hoja, también seca, que los indios encienden por una parte y por la otra chupan o sorben para dentro el humo». Eso lo traslada Colón a su diario y pasa a ser la primera descripción de la acción de fumar y de lo que es un cigarro.
Comprobaron también que todo lo que se puede hacer con el tabaco ya lo habían chequeado los indios. Unos fumaban las hierbas envueltas, otros las mascaban, los sacerdotes inhalaban el humo con pipa para comunicarse con los dioses, y los de más allá machacaban la hoja hasta pulverizarla para poder esnifarla en plan medicinal, exactamente lo mismo que se hacía en Europa siglo y pico después, solo que lo llamaban rapé.
La planta del tabaco vino a España en el regreso del primero de los viajes de Colón. Llegó en la carabela la Niña con Rodrigo de Jerez, que fue el que empezó a extender el vicio en su pueblo, en Ayamonte, con la tontería de hacer demostraciones de cómo liarse un puro. El pionero Rodrigo está tan aceptado mundialmente como el primer fumador moderno, que en Nicaragua hay una marca de puros que se llama así, Rodrigo de Jerez.
Los ayamontinos, por tanto, fueron los primeros en España en echarse un pitillito. Hubo cierta alarma en el pueblo, y alguno de sus paisanos lo denunció ante la Inquisición por hacer brujería, porque solo el diablo podía dar a un hombre el poder de echar humo por la boca. La Inquisición estuvo de acuerdo en que aquello era cosa del demonio y lo metió en prisión. Siete años de cárcel por fumar le cayeron a Rodrigo de Jerez. Cuando salió, sin embargo, media España estaba fumando. La vida es muy injusta, y ser precursor en algo, lo que sea, acarrea sus riesgos.
El vicio no tardó en extenderse por Europa. Dicen que ningún otro hábito se ha propagado tanto ni tan rápido. Dos siglos después de aquel primer cigarrito de Rodrigo de Jerez toda la humanidad conocía el tabaco y todo el mundo, de toda condición, tenía acceso a él. Al principio se extendió con la excusa de que el tabaco tenía un uso terapéutico, pero la disculpa se desmontó sola en cuanto se demostró que seguían fumando los que supuestamente ya se habían curado. Se enganchó todo el mundo.
La incongruencia llega ahora: si resulta que la Inquisición fue la primera liga anti-tabaco por considerar eso de fumar una práctica diabólica y procedente de una cultura salvaje, ¿cómo es posible que en menos de cien años, en Roma, estuvieran todos fumados? Pues porque hubo un cardenal que se llamaba Próspero Santacroce que introdujo el tabaco en 1585 y en todos los huertos de los monasterios se cultivaba la planta. Al principio porque eran unas hierbitas que curaban cosas, pero acabaron todos enviciados. Se les prohibió fumar durante los oficios porque las iglesias estaban llenas de humo, pero muchos no aguantaban una misa de dos horas sin salir a fumar a la mitad. El franciscano Giuseppe da Convertino disculpaba a todos los fumetas porque decía que libraba a los religiosos de la tentación de la carne.
¿Y qué fue del otro fumador? ¿De Luis de Torres, el colega de Rodrigo de Jerez? Pues seguramente no le hubiera importado morir de cáncer de pulmón porque, seguro, habría vivido más. A Luis de Torres lo mataron los indios.
Fue uno de los treinta y nueve hombres que Colón dejó en el Fuerte Navidad con el encargo de ir haciendo amigos con la población local porque, debido a la pérdida de la nao Santa María, no entraban todos los tripulantes en las dos carabelas que regresaban a España. Pero resultó que aquella delegación, en vez de hacer amigos en las Indias, lo hicieron con las indias y acabaron inflando a los indios. Cuando Colón volvió en su segundo viaje estaban todos fritos. Seguramente Luis de Torres murió fumando, pero no por fumar.
En Europa el tabaco ganó tantos adictos en tan poco tiempo que los gobiernos intervinieron para prohibirlo. Pero luego esos mismos gobiernos se percataron de su torpeza y rectificaron. Si eso le gustaba a tanta gente, en vez de prohibirlo, mejor clavar unos impuestos y engordar el erario. Y así, de la noche a la mañana, se pasó de la represión a bendecir el rentable vicio de fumar.
Los indios consideraban el tabaco una hierba sagrada. Y las haciendas públicas, también.

Pretérito imperfecto. Historias del mundo desde el año de la pera hasta ya mismo. 2018.
 

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