miércoles, 4 de octubre de 2023

Un cuento. Daniil Jarms.

-Anda -dijo Vania, poniendo el cuaderno encima de la mesa-. Vamos a escribir un cuento.
-Vale -dijo Lénochka, sentándose en la silla.
Vania cogió un lápiz y escribió: «Érase una vez un rey...».
En ese momento Vania se quedó pensativo mirando al techo. Lénochka echó un vistazo al cuaderno y leyó lo que había escrito Vania.
-Ese cuento ya existe -dijo Lénochka.
-¿Y tú cómo lo sabes? -preguntó Vania.
-Lo sé porque lo he leído -dijo Lénochka.
-¿Y de qué trata? -preguntó Vania.
-Pues de un rey que estaba bebiendo té con manzana y de repente se atragantó, y la reina empezó a darle golpes en la espalda para que echara el trozo de manzana que se le había quedado en la garganta. Pero el rey se creyó que la reina le estaba pegando y le dio un golpe en la cabeza con un vaso. Entonces la reina se enfadó y golpeó al rey con un plato. Y el rey golpeó a la reina con una escudilla. Y la reina golpeó al rey con una silla. Y el rey pegó un salto y golpeó a la reina con una mesa. Y la reina derribó un aparador encima del rey. Pero el rey salió de debajo del aparador y le lanzó la corona a la reina. Entonces la reina agarró al rey de los pelos y lo tiró por la ventana. Pero el rey subió trepando y entró en la habitación por otra ventana, agarró a la reina y la metió en la estufa. Pero la reina escapó por el tubo y subió al tejado, después bajó por el pararrayos hasta el jardín y se coló por la ventana en la habitación. Mientras tanto, el rey había encendido la estufa para quemar a la reina. La reina se acercó a hurtadillas y empujó al rey por la espalda. El rey cayó en la estufa y se abrasó. Ese es todo el cuento -dijo Lénochka.
-Qué tontería de cuento -dijo Vania-. Yo quería escribir un cuento completamente distinto.
-Muy bien, pues escríbelo -dijo Lénochka.
Vania cogió el lápiz y escribió: «Érase una vez un bandido...».
-¡Un momento! -exclamó Lénochka-. ¡Ese cuento ya existe!
-No lo sabía -dijo Vania.
-Anda, claro -dijo Lénochka-. ¿De verdad no te sabes la historia de un bandido, que, tras escapar de los guardias, intentó subirse a un caballo de un salto, y saltó con tanta fuerza que fue a parar al suelo por el otro lado? El bandido se enfadó y volvió a saltar sobre el caballo, pero tampoco esta vez calculó bien el salto, así que volvió a aterrizar en el suelo por el otro lado. El bandido se levantó, hizo un gesto de amenaza con el puño, saltó al caballo y otra vez se pasó de largo y voló hasta el suelo. Entonces el bandido se sacó una pistola del cinto, disparó al aire y otra vez saltó al caballo, pero con tanta fuerza que volvió a pasarse de largo y fue a parar al suelo. Entonces el bandido se quitó el sombrero, lo pisoteó y volvió a saltar al caballo, y otra vez se pasó, cayó al suelo y se rompió una pierna. Y el caballo se alejó. El bandido, cojeando, se acercó rápidamente al caballo y le dio un puñetazo en la frente. El caballo escapó corriendo. Mientras tanto, llegaron los guardias, pillaron al bandido y se lo llevaron a la cárcel.
-Vaya, entonces tampoco voy a escribir sobre un bandido -dijo Vania.
-¿Y de qué vas a escribir? -preguntó Lénochka.
-Voy a escribir un cuento sobre un herrero -dijo Vania.
Y escribió Vania: «Érase una vez un herrero...».
-¡Pero si ese cuento también existe! -exclamó Lénochka.
-¿Y eso? -dijo Vania, y dejó el lápiz.
-Pues verás -dijo Lénochka-. Érase una vez un herrero. Un día estaba herrando un caballo, y sacudió el martillo con tanta fuerza que la cabeza se desprendió del mango, salió volando por la ventana, mató cuatro palomas, chocó con una torre de bomberos, rebotó, rompió una ventana de la casa del jefe de bomberos, pasó volando por encima de la mesa a la que estaban sentados el jefe de bomberos y su mujer, hizo un boquete en la pared de la casa y fue a parar a la calle. Aquí derribó una farola, chocó con la nariz de un vendedor de helados y le dio en la cabeza a Karl Ivánovich Shusterling ¹, que se había quitado el sombrero un momento para refrescarse el cogote. Tras golpear en la cabeza de Karl Ivánovich Shusterling, el martillo rebotó, volvió a chocar con la nariz del vendedor de helados, tiró de un tejado a dos gatos que estaban enzarzados en una pelea, volcó una vaca, mató cuatro gorriones volvió volando a la herrería y fue a introducirse en su mango, que el herrero aún seguía sosteniendo en su mano derecha. Todo esto ocurrió tan rápido que el herrero no se dio ni cuenta y siguió herrando el caballo como si nada.
-O sea, que el cuento del herrero ya está escrito, así que escribiré un cuento sobre mí mismo -dijo Vania.
Y escribió: «Érase una vez un niño que se llamaba Vania...».
-También hay un cuento que trata de Vania -dijo Lénochka-. Érase una vez un niño que se llamaba Vania y un día se acercó a…
-Espera -dijo Vania-, yo lo que quiero es escribir un cuento sobre mí.
-También hay un cuento que trata de ti -dijo Lénochka.
-¡No puede ser! -dijo Vania.
-Te dijo yo que sí -dijo Lénochka.
-¿Y dónde está escrito? -se sorprendió Vania.
-Pues mira, compra el número 7 de la revista Chizh² y ahí puedes leer un cuento que trata de ti -dijo Lénochka.
Vania compró el número 7 de la revista Chizh y leyó este mismo cuento que tú acabas de leer.


¹ Es uno de los muchos seudónimos que usó Jarms.
² Revista ilustrada infantil publicada en Leningrado entre 1930 y 1941 donde colaboró Jarms.

Me llaman capuchino, 2006.

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