jueves, 24 de marzo de 2022

Diálogo en un bar. Gabriel Jiménez Emán.

-La vida no tiene sentido.
-De acuerdo: no lo tiene.
-Entonces, ¿para qué vivimos?
-Vivimos sólo para eso: para vivir, no hay más nada.
-O quizá para morir.
-No, eso es otra cosa. La muerte es independiente.
-Mientras vivimos vamos muriendo. Eso lo sabe todo el mundo.
-Pero no nos damos cuenta.
-Sólo cuando estamos viejos nos parece que es así, aunque ya sea tarde. No necesitamos ese consuelo porque ya hemos vivido.
-Por eso digo: la vida no tiene sentido.
-Eso no puedo contradecirlo. Aunque lo dices con cierto tono fatalista.
-¿Fatalista yo?
-Sí. Hablas como si la vida tuviera que poseer un sentido. ¿Sentido de qué?, me pregunto.
-Pues de crear, de amar, de tener hijos... qué se yo.
-Eso es otra cosa. Son cosas sin sentido también.
-Ahora el que suenas fatalista eres tú.
-Tal vez. Aunque nadie puede considerarme un escéptico.
-Ahora sí parece que estamos entrando en asuntos filosóficos.
-A lo mejor ése sea el mejor sentido de la vida: el de notar su sinsentido.
-No, eso me parece una paradoja fácil.
-Sí, una paradoja, pero no fácil.
-Como si fuésemos la broma de algún Dios.
-Sí, algo así.
-Entonces estamos de acuerdo.
-De acuerdo.
-Hasta luego.
-Hasta nunca.

El hombre de los pies perdidos, 2005.

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