domingo, 2 de abril de 2023

El lago de Sanabria. José María Merino.

«Antiguamente llamaban al llagu Villalverde de Lucerna. Nu yera llagu entuences, yera una villa». Así empezarían a contarnos esta historia, en una de las lenguas de la zona.
En el mismo lugar que ahora ocupa el lago de Sanabria, en Zamora, existió una ciudad que unos narradores llaman Valverde y otros Villaverde —o Villalverde— de Lucerna. Por allí pasó también Jesucristo en forma de mendigo, y nadie del pueblo quiso darle limosna, y hasta lo insultaron, y hubo quien le echó los perros. Solo el panadero se compadeció del mendigo y horneó para él un pan que creció tanto que no podía salir por la puerta. El misterioso mendigo le dijo al panadero y a su familia que subiesen a lo más alto del monte, y luego, clavando con fuerza su cayado en el suelo, exclamó:
Aquí finco mi bastón,
aquí nazca un gargallón.
Y comenzó a surgir agua de la tierra con tanto caudal que el pueblo quedó pronto anegado y todos sus habitantes perecieron.
Mientras el pueblo estaba siendo inundado, algunos intentaron salvar las campanas. Una la ataron a un toro y la otra a un buey. El toro consiguió sacar su campana y es la que ahora está en un pueblo cercano al lago. El buey, por su parte, no consiguió sacar la suya y se ahogó. El día de San Juan, cuando despunta el sol, repica la campana que está en el fondo del lago, pero solo pueden oír su tañido quienes no están en pecado mortal. También se dice que, ese mismo día, el toro que consiguió salvar la otra campana llega hasta la orilla del lago y muge, llamando a su compañero.

Leyendas españolas de todos los tiempos, 2000.

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