Un hombrecito va por allí
caminando fresco, cargando un libro de míster Edgar Allan Poe que
pesa cinco kilos. De pronto un gordo lo ve pasar y se le acerca y le
pregunta:
—Dígame,
¿no le molesta andar con ese libro tan pesado parriba y pabajo?
El
hombrecito, que es muy bondadoso y un poco ingenuo, no se da cuenta
que el gordo se quiere burlar de él, y por eso piensa antes de
contestar, para darle la respuesta exacta; y ella es:
—Lo
que pasa es que desde hace un tiempo para acá me di cuenta que yo
vivo mi vida montado en un globo, y el libro de Edgar me sirve de
lastre. Lastre para no elevarme tanto, para no ir a parar a una
región desconocida, habitada por gente que a lo mejor no me gusta,
que no conozco. Además la persona que más supo de globos en el
mundo fue mi amigo Edgar.
Y
el gordo al oír eso se le ríe en la cara. Y el hombrecito comprende
ahora y se pone muy triste. Y la tristeza le dura cinco días. Hasta
que se encuentra en una película una actriz americana de la que se
puede enamorar fácil, y la tristeza se le pasa.
Calicalabozo, 1998.
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