jueves, 22 de octubre de 2015

Hormigas. Eva Sánchez Palomo. Microrrelato.

En el parque se cansa pronto de jugar con otros niños. Da dos o tres patadas al balón, corre detrás de los demás como pollo sin cabeza, y cuando se acalora, regresa al banco donde yo le espero con una botella de agua fresca y un pañuelo para limpiarle las gotas de sudor que se le han formado en la frente y encima de la nariz. 
-¿Puedo ir ya a vigilar a las hormigas? 
Asiento con la cabeza y sale disparado con su libreta arrugada y un lápiz mordisqueado tan pequeño ya por el uso que debe costarle trabajo sostenerlo entre los dedos. 
Se acuclilla delante del hormiguero que hay entre el seto y los bancos del parque y allí pasa largo rato observando en silencio, tomando notas y trazando extraños dibujos en su roída libreta. Cuando empieza a anochecer la cierra, se coloca la mochila a la espalda y, mordisqueando el lápiz a mi lado, regresamos a casa. 
Mientras preparo la cena le veo repasar las notas en la mesa de la cocina. Le pregunto cómo va el plan de las hormigas y comienza su charla atropellada sobre túneles excavados, hormigas reina e invasión. 
Sigue hablando incluso mientras se cepilla los dientes y algunos minutos más ya en la cama. 
Espero paciente a que por fin le venza el sueño. Entonces recojo y guardo la libreta que ha quedado abierta y tirada a un lado de la cama, le arropo bien entre las sábanas y le beso en la frente, justo entre esos dos bultos espantosos donde ya empiezan a romperle las antenas.

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