-¿Cómo cuántas? -vocifera el fama-. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
-Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho -explica el cronopio.
El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
-Vea, mi amigo, váyase al carajo.
Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.
Julio Cortázar: Papeles inesperados: Historias de cronopios (1952-1956)
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