domingo, 29 de mayo de 2016

La otra orilla. Antonio López Ortega.

Como el río voraz que recoge su caudal en la vertiginosa corriente, la imagen vuelve a latir en mi recuerdo. Mi padre ha extraviado el rumbo en alguna carretera de mi infancia y quiere acortar camino atravesando el puente que ya roza peligrosamente la crecida. Mi madre se asusta y dice « no amor, por aquí no». Pero mi padre ensordece ante la súplica y aventura el Plymouth azul sobre los gruesos maderos de la base. Yo me asomo por la ventanilla, yo me asomo para ver los cauchos sumergidos en el agua marrón, yo me asomo para sentir el temblor del corazón en mi garganta. Una sacudida nos suspende en el aire como si el vehículo respondiera al timón alocado de la balsa que ya casi somos.
Ganada finalmente la otra orilla, apagado el lloriqueo de mi hermana y vueltos a su órbita los ojos de mi madre, alcancé a ver el rostro sudoroso de mi padre: una tibia sonrisa, sí, una apuesta que el azar le consentía en las manos temblorosas, una secuencia vuelta pedazos que aún reconstruyo bajo el hierro al rojo vivo de los días.


Naturalezas menores. Antonio López Ortega. 1991.

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