martes, 31 de mayo de 2016

IV. Balada en la muerte de la poesía. Luis García Montero.

En el espejo del salón cae una luz de jardín provinciano, late un rumor de pasos, pero no está su imagen. Aunque cruces delante del espejo, ya no existes. El presidiario que sale de la cárcel, y lleva en cada zapato su condena, y regresa a una habitación en la que ella no está, y tiene que soportar una vez más las sombras que se esconden en un manojo de llaves, no existe, ya no existe.


La mujer que acaba de encontrar un amor ajeno y un nombre falso en el bolsillo de su vida, ya no existe.


El cuerpo que deja a su espalda una ciudad, porque ha cambiado de historia, y de tiempo, y de cosas sabidas, y de palabras mal dichas, y de ese musgo que creció hasta dejarlo sin domicilio, ya no existe.


La muñeca del rimel sucio, la soledad de los detenidos, el día circular de los hambrientos, ya no existen. Tampoco existen los ojos del insomnio, el miedo a la verdad y la insuficiencia pálida de una mentira.


No existe el corazón de nadie al fondo de un vaso, ni el barco de las botellas, ni los desnudos que ruedan abrazados como un planeta en la noche del universo.


La poesía ha muerto y cada uno de sus conjurados desaparece en el espejo.


Balada en la muerte de la poesía, Luis García Montero, 2016.

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