jueves, 11 de agosto de 2016

Fila siete. Eva Sánchez Palomo.

La sala en penumbra solo deja ver el reflejo de los fotogramas en blanco y negro brillando en los ojos de los espectadores. Es una antigua película de gánsteres en la que dos hombres con sombrero y arma en la mano se persiguen por las calles desiertas de la madrugada. Sus pasos resuenan en los adoquines y sus sombras se distorsionan en las paredes de una calle mal iluminada por una farola solitaria. 
Tuercen una esquina y en ese momento el perseguido se gira bruscamente y queda plantado frente a la cámara, que seguía sus pasos de cerca. Plano corto a sus ojos que miran desesperados. Aprieta el gatillo. El sonido del disparo retumba en la sala. El perseguido ve caer al otro al suelo, el sombrero vuela y la cámara le sigue, rueda por la calle vacía y se queda plantado boca arriba, muerto también sobre los adoquines. Suena una melodía y los pasos del perseguido que se alejan corriendo de la escena. 
Después fundido en negro, títulos de crédito, fin. 
Las luces se encienden en las paredes aterciopeladas del cine. Los espectadores abandonan poco a poco la sala. Todos, menos el hombre de la fila siete, que sigue sentado en su butaca, con los ojos abiertos pero inmóvil, porque lleva un agujero del calibre nueve como una flor de sangre abierta en medio de la frente.

Imagen: Fotograma de la película El tercer hombre, Carol Reed. Reino Unido, 1949.

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